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Los Padres de Nuestros Padres

Por Neva Milicic, sicóloga.

Sin duda, los abuelos juegan un rol esencial en la estructura familiar. Cohesionan, unen y suelen entregar la narrativa de la familia, contando todas esas grandes y pequeñas historias que hacen la saga familiar. En casa de los abuelos hay tradiciones que se mantienen, se respetan y que van haciendo parte de la cultura familiar.

La casa de los abuelos está disponible y abierta para cuidar y recibir los nietos. Las abuelas están atentas a hacer regalos que se conecten con los intereses de los niños. Los abuelos suelen estar más lejanos a la vida de los niños, pero para quienes han tenido abuelos cercanos y comprometidos, ellos son de una enorme significación emocional.

El impacto de algunas personas de la familia en lo que los niños llegarán a ser es indudable. Actualmente no sólo los abuelos sino también los bisabuelos pueden jugar ese rol.

El otro día leía en una entrevista que la actriz Leonor Varela decía que una de las situaciones que le producía más felicidad era almorzar con su abuelo, Raúl Varela, quien siendo un hombre muy importante, siempre se dejó tiempo para estar y compartir con sus hijos y nietos. Los adultos significativos que se dan tiempo y permiten el desarrollo de los niños y las niñas es de una influencia incalculable.

Leyendo la historia de Alexander Graham Bell, el escocés que inventó el teléfono, en un libro muy interesante de Jean-Bernard Povy, Serge Bloch y Anne Blanchard, cuyo sugerente título es “Enciclopedia de malos alumnos y rebeldes que llegaron a ser genios”, me surgió la idea de rescatar el valor de los abuelos.

A Graham Bell, como a muchos niños, no le gustaba la escuela. En el siglo XIX, las escuelas inglesas eran de terror. Alexander Graham Bell nació en 1847; su padre bastante autoritario, era profesor de dicción y le gustaba mucho contar cuentos.

A los 15 años Alexander se escapó de su casa en Edimburgo, por problemas con el autoritarismo de su padre y se fue a vivir a Londres con un abuelo bastante excéntrico. Este abuelo había sido desde zapatero y actor hasta un fonoaudiólogo bastante reconocido.

Los tres años que vivió con él gozó de bastante libertad. Luego regresó a Escocia, y con su hermano Edward, con quien mantenía una maravillosa relación y que falleció después de tuberculosis, intentó crear a pedido de su padre, un autómata parlante.

El teléfono es un invento que surgió cuando él trataba de crear una oreja artificial para los sordos, cuando, en 1876, logró transmitir por codificación la voz humana a través de un cable eléctrico.

En la historia de Bell, la inspiración, de las personas con discapacidad auditiva fueron sin duda un elemento central. Su madre, que era sorda, trabajaba en la Universidad de Bath, en Londres, donde enseñaba a niños con problemas auditivos. Bell también se enamoró de Mabel, una joven sorda.

Su abuelo, el fonoaudiólogo, le entregó algo que a los padres les cuesta más entregar, que es el valor de la libertad y el riesgo y la capacidad de darse el tiempo, para realizar lo que le gusta y le apasiona.

A veces los padres reclaman, porque los abuelos malcrían a los nietos, pero un permiso para hacer algo que se quiere, puede ser un gran propulsor de la creatividad de los niños. Así que valore el hecho de tener abuelos disponibles; ellos entregan una mirada diferente de la realidad que puede ser muy enriquecedora para el crecimiento personal de sus hijos.