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Nunca Me Obedeces

Por Neva Milicic, sicóloga.

La teoría del análisis transaccional plantea que entre las palabras que no deberían usarse, en las relaciones interpersonales, porque son muy dañinas para la relación, está la palabra “nunca”.

Tuve la tentación de empezar esta columna escribiendo: “Nunca diga nunca”. Así de arraigado se encuentra este concepto en nuestro lenguaje cotidiano, donde se usa como una forma de enfatizar los conceptos.

¿Y cuál sería la razón por la cual esta palabra no debería usarse, al momento de intentar educar a los niños?.

Quizás la primera razón y la más fuerte es que habitualmente es una mentira, porque cuando uno dice “nunca me obedeces”, está negando las muchas veces que su hijo le obedeció.

El otro día me tocó observar cómo el papá de Martina, que es cariñoso y muy preocupado y que tiene una excelente comunicación con su hija, le decía con mucha rabia, frente a una desobediencia de la niña, que por cierto era peligrosa para su seguridad física: “Tú nunca me obedeces”.

Ciertamente la niña merecía una sanción y es perfectamente comprensible que el padre ante el peligro que corrió la niña, se exasperara y perdiera el control.

Sin embargo vamos a usar este ejemplo para analizar cuáles son los riesgos de usar con frecuencia la palabra NUNCA.

Como se decía más arriba, claramente está faltando a la verdad. En muchas ocasiones su hijo o hija la obedece, y seguramente en muchas otras no toma en cuenta lo que usted le pide y hace lo que le parece.

Cuando en esas ocasiones que el niño claramente le desobedece, usted al generalizar usando “el nunca” le está haciendo una especie de declaración de incompetencia. Ésta es, por cierto, una segunda y poderosa razón para no utilizar este término al menos en el contexto de querer educarlo.

Declararse incompetente como padre es perder autoridad frente a los niños. Si usted asume frente al niño o la niña, la posición de que no logra controlarlo(a), la percepción interna del niño sobre su autoridad se verá muy mermada y así es altamente probable que le vuelva a desobedecer.

La tercera razón, para utilizar la palabra nunca en un contexto negativo, es el valor de programación que tiene para la formación de la imagen personal.

Volviendo al caso de Mariana, es posible que la niña interiorice esta palabra en su autoconcepto, sobre todo si se le dice con frecuencia que es desobediente, porque durante la infancia los niños son muy vulnerables a lo que las personas tan significativas para su desarrollo emocional, como son sus padres, siembran en su imagen personal.

La estrategia que habría que usar con Martina es justamente la opuesta, prestar atención a las veces cuando obedece y decirle: “Qué obediente eres o cuando te pido algo, lo haces. Que obediente eres”, o otras expresiones que reflejen una imagen positiva de la niña.

Está bien preocuparse porque a Martina le cuesta obedecer, pero hay que tener cuidado de no programar niños demasiado sumiso con los adultos. Los niños tienen que tener la posibilidad de desobedecer, lo que no les parece razonable. Usted estará de acuerdo que si a un niño le proponen algo deshonesto, tiene que tener la posibilidad de decir que no, aunque sea un adulto de la familia el que se lo propone.

Y una última razón para no usar el nunca, es que muchas veces es muy descalificador de lo que los niños y las personas hacen, provocando mucha rabia en las personas que lo reciben. Recuerde usted cómo se siente cuando le han dicho: “Tú nunca me escuchas”. Utilizar palabras que cuantifican negativamente la relación es peligrosa. En la medida de lo posible, utilice palabras más relativas como “con frecuencia” o “muchas veces”. Será más efectivo y no dañará la relación.