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Un Aporte a la Dignidad del Ser Humano

"...La Iglesia Católica no puede dejar de plantear su postura en el contexto de una visión integral del hombre y del respeto que merece la vida...".

Por Fernando Chomali G., Obispo auxiliar de Santiago

A la fecha, el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (Sida) y el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) han causado miles de muertes en Chile.

¿Cómo prevenir verdaderamente este mal que afecta por igual a hombres y mujeres de todos los niveles sociales y de todas las edades, especialmente jóvenes y niños?

La respuesta no se encuentra al margen de una eficaz prevención, que es responsabilidad de cada uno de nosotros, de las familias, de la comunidad educativa y, por cierto, del Estado, como tampoco se encuentra al margen de una perspectiva educativa que considere al ser humano integralmente, en su dignidad y en su auténtico bien.

Terminar con la infección del VIH se va a lograr evitando el riesgo de infección.

Este riesgo, especialmente en Chile, está íntimamente unido a la actividad sexual de las personas, de la cual proviene más del 93% de los casos de infecciones.

En algunos centros hospitalarios se utiliza el eslogan "Castidad antes del matrimonio, fidelidad durante el matrimonio".

Esta vía es la que ciertamente garantiza la no proliferación de nuevos contagios del mortal virus.

Lamentablemente, algunos persisten en proponer el preservativo como método para prevenir la infección.

Al respecto, nos parece indispensable informar claramente que éste no siempre preserva de un posible contagio.

Está más que documentado que tiene entre un 10 y un 15% de posibilidad de que por distintas razones no cumpla el objetivo de evitar infectar al otro o infectarse.

Se insiste en que la disminución estadística del riesgo bastaría para justificar el uso del preservativo, especialmente en aquellas personas que difícilmente van a ser capaces de controlar sus impulsos sexuales.

En realidad esto no es así. Cuando se pretende generar conciencia del uso del preservativo en toda la población, éste termina por imponerse, y al generar el sentimiento de seguridad, las prácticas de riesgo suelen aumentar.

El uso del preservativo como medio para prevenir el sida es ineficaz, por lo que no es una forma adecuada de enfrentar el problema.

Tesis que queda avalada por la misma experiencia que muestra que, a pesar de que se ha hecho masivo el uso del preservativo, no ha disminuido la infección.

Una segunda mirada para hacer frente a esta epidemia está vinculada con una visión de la persona en su totalidad, que incluye tanto los aspectos relativos a la salud como a la sexualidad, al valor del matrimonio y de la familia.

La postura que promueve la sexualidad como un valor, en el contexto de la vocación del hombre y de la mujer al amor, en la perspectiva del matrimonio, representa de mejor manera la verdad de lo que es el ser humano, así como de sus aspiraciones más queridas.

El sida, sin lugar a dudas, es un mal que ha impactado fuertemente a la sociedad toda.

No nos parece razonable abdicar en enseñar a los jóvenes a vivir una sexualidad más conforme a su dignidad de seres humanos libres y responsables.

Es muy contradictorio que se apruebe de manera implícita una actitud hedonista frente a la vida, para luego poner la confianza en el preservativo para darles solución a las consecuencias, previsibles y evitables, que de esta concepción de la vida surge.

Muchos postulan que la prevención propuesta debe ser compatible con el ambiente pluralista en el cual se desarrolla la vida social y la tolerancia que ello implica.

Sin embargo, el pluralismo y la tolerancia no pueden ser propuestos frente a comportamientos que ponen en riesgo la vida de las personas, especialmente de los más jóvenes.

La Iglesia Católica no puede dejar de plantear su postura en el contexto de una visión integral del hombre y del respeto que merece la vida.

Por otro lado, solidariza y acompaña como madre a quienes sufren la enfermedad.

Por último, es urgente proponer una educación sexual que no se limite a evitar un embarazo o a impedir el contraer una enfermedad de transmisión sexual, sino que se sitúe en el horizonte de evitar los comportamientos que ponen en riesgo la salud y de la belleza de la sexualidad como don de sí y no defensa del otro. Esto es posible en nuestro país.